El albaricoque es el fruto del árbol albaricoquero, que nos obsequia con una riquísima fruta
de color bronce. Este árbol puede llegar a medir seis metros de altura y es autóctono de Asia y
África. Desde allí fue exportado a Europa, en donde se adaptó perfectamente al clima
mediterráneo.
El albaricoque o damasco es un árbol propio de climas templados y aunque soporta
bien el frío del invierno necesita calor para la maduración del fruto. Crece mejor en tierras con
falta de agua que en aquellas en las que el agua se estanca y pudre las raíces.
Curiosamente en los montes del Himalaya hay un legendario país, Hunza, donde
limitan el antiguo Afganistán, la antigua Unión Soviética y China. En medio de estas montañas
escarpadas, que presentan nieve incluso en verano, encontramos una población que vive más de 120
años, que sus habitantes a los sesenta aparentan cuarenta, que no conocen enfermedades pero que
realmente tampoco conocen casi la civilización, puesto que no hay vehículos, ni muchas de las
comodidades que están presentes en nuestro día a día.
Cuenta la leyenda que el ejército de Alejandro Magno se perdió en estas montañas
y fueron socorridos por el pueblo de Hunza, acabaron estableciéndose allí y dieron lugar a una
nueva raza, ya que parece que los habitantes de esta zona hoy en día son más blancos de piel que
sus vecinos colindantes.
El médico inglés Sir Robert Mc Carrison atraído por los hábitos saludables de
este longevo pueblo decidió establecerse en Hunza a fin de observar más de cerca a sus
habitantes.
Es de destacar que las montañas están llenas de plantaciones de vegetales y
frutas pero hay que resaltar que la fruta más consumida es el albaricoque, que lo consumen durante
todo el año, fresco en verano y seco en los meses estivales.
El albaricoque se consume desde el comienzo de la primavera hasta final de
verano.
Es una fruta que destaca por su escaso valor calórico, tiene vitaminas, ideal
para los niños puesto que ayuda al crecimiento óseo, a los tejidos, y al propio sistema nervioso.
Es muy recomendable en casos de estreñimiento, contra la hipertensión, gota y en enfermedades
degenerativas, protegiendo la vista, la piel, el cabello y los dientes.
Ayuda a reforzar el sistema inmunológico y contiene potentes antioxidantes
naturales que ayudan a prevenir el cáncer.
El albaricoque es parecido al melocotón pero su tamaño es menor, su carne no es
muy jugosa ni demasiado dulce, cuando está madura adquiere una textura harinosa.
Se consume principalmente fresco aunque también es muy preciado seco para hacer
los famosos orejones, así como en la fabricación de compotas, mermeladas y
confituras.
Mermelada de albaricoque
La mermelada de albaricoque es un clásico, y es una de las
mermeladas
que mejor salen. Las mermeladas caseras que pasan de generación en generación tienen un sabor
especial y lo extraordinario de hacer mermelada casera es que se puede dar alas a la imaginación y
a la creatividad inventando nuevas variedades propias del mejor de los gourmet.
El albaricoque es una fruta que fusiona perfectamente con varios aromas y
especias como la canela, la vainilla o la almendra potenciando su sabor sin enmascararlo.
Mermelada casera de albaricoque con canela
Ingredientes:
- 500 gramos de albaricoques sin piel.
- 200 gramos de azúcar.
- 1 cucharadita de canela.
- 1 cucharadita de zumo de limón.
Elaboración de la mermelada:
Lavar y pelar los albaricoques cuidadosamente, trocearlos y colocarlos en un
recipiente, añadir el azúcar y la canela, dejar macerar durante al menos una o dos horas a fin de
que se impregne bien de la canela y del azúcar soltando el jugo de la fruta.
Una vez transcurrido ese tiempo, colocar la mezcla en el fuego y cocinar a fuego
lento, despumar cuando aparezca una espuma blanca con la espumadera y cocer durante 15 ó 20 minutos
hasta que la fruta empiece a estar blanda. Añadir el zumo del limón y cocinar hasta que se termine
de hacer la
mermelada de albaricoque
casera. Aunque casi toda la fruta quedara deshecha aun podrán distinguirse bien los trozos de
albaricoque.
Dejar enfriar y si se desea se puede envasar al vacio. |